jueves, 7 de abril de 2011

Fotocopiados


En una semana ya había realizado todas las actividades potencialmente divertidas que ofrecía mi nuevo trabajo en la copistería. 

Había fotocopiado diversas partes del cuerpo en diversas formas, primero mis manos, como si fueran una mariposa, un corazón, un caracol, luego mi cara aplastada, lado izquierdo, lado derecho, y vista frontal, y finalmente, el pie izquierdo, y luego, el derecho. También había aprendido algo de papiroflexia con las fotocopias mal hechas, un pájaro y una persona. Había construido castillos como de naipes pero con cartones, con un récord de altura de dos metros. Y por supuesto había aprendido a hacer cualquier clase de efectos que permitía la verdadera merecedora del mérito de todo el trabajo, la fotocopiadora. Distintas tonalidades, posiciones, tamaños…

El trabajo era simplemente rutinario y requería muy poco de mi, aún cuando se acumulaban las personas mi impaciencia se basaba en esperar al lado de la máquina la mayor parte del tiempo. En sólo una semana acabé con mi imaginación de juegos y creaciones y empecé con el aburrimiento. Ello me llevó a entretenimientos incluso menos ortodoxos que mis juegos en el trabajo, comencé a leer lo que fotocopiaba y a asociarlo con el sujeto fotocopiador.

Así llegue a conseguir una clasificación en grupos de estudiantes universitarios con una probabilidad de acierto del ochenta y cinco por ciento. Las estudiantes de administración y dirección de empresas llevaban siempre perlas y tacones, sus apuntes eran muy estructurados y limpios, perfectos; los de derecho eran gente más variada, con anotaciones coloridas y más numerosas; los estudiantes de medicina más serios, y sus apuntes un verdadero acertijo; los de humanidades coloridos en sus vestimentas y con notas dignas de escribanos; los de ingeniarías eran gente más campechana y compartían sus anotaciones siempre, fuesen como fuesen; los de políticas parecían actuar en conspiración y sus apuntes podían siempre completarse… En ciertos casos, llegué incluso a identificar a determinados individuos.

Lo que más me gustaba de mi entretenimiento era, no leer los apuntes en sí, eso me parecía horriblemente desesperado, sino descifrar las pequeñas notas escritas en los márgenes que explicaban otras historias mucho más interesantes. Allí se escribían las verdaderas noticias del campus, quien había ido a las fiestas y qué había hecho, quien había aprobado y suspendido, quien copiaba, quien estaba enrollado con quien…

Al pasar los días me di cuenta que podía relacionar determinadas historias, entonces fue cuando decidí hacer dos copias y guardarme una para poder relacionar todos los acontecimientos. De este modo me enteré que Marta, estudiante de ADE, estaba saliendo con Pedro, de Ingeniería Mecánica, y que la mejor amiga de ésta, Sandra, que estudiaba ciencias políticas estaba totalmente enamorada de Roberto, el guaperas de su clase que había copiado en el examen de Relaciones Internacionales I,  y que a su vez se había enrollado con Marta en la fiesta para los erasmus, a la que Pedro no había podido ir por el examen de motores térmicos.

También descubrí que Laura y María, estudiantes de Filología inglesa, eran mejores amigas desde los cuatro años, y que María salía desde los dieciséis con Jordi, estudiante de medicina, al que le pareció en una fiesta de fin de exámenes que Sandra era muy simpática y que tenía una sonrisa preciosa, mientras que a Laura Pedro le aparecía tan espectacular que esperaba siempre a que el llegara para coger el autobús de vuelta a casa. Supe de la misma manera del caso de Sergio, matriculado en Física, y un buen amigo de Jordi, que estaba tremendamente frustrado por su inexistente vida amorosa y por estar enamorado desde el primer momento de María, la novia de Jordi. Cada descubrimiento me entusiasmaba y me hacía sentir poderosa. Esperaba las visitas de los protagonistas de mi exclusiva telenovela con emoción y expectación, iba rellenando los vacíos con cada uno de esos garabatos inteligibles para muchos y tan reveladores para mi.

Sin embargo, cuando todos los cabos estuvieron atados, mi papel pasivo me produjo insatisfacción. No me gustaba el final de la novela que me habían contado y sentía la necesidad de crear otro, como en los cuentos infantiles que te dejan escoger entre varias opciones como si fueras el protagonista y cada una de ellas te lleva a un destino distinto. Tomé la decisión de participar en esa historia que sentía tan mía para crear un final mejor para todos, más justo, equilibrado, inspirada en la protagonista de Amélie, con un papel pasivo.

Todo indicaba a mis sentidos que el equilibrio amoroso debía reestablecerse y para ello era necesario emparejar y desemparejar a varios de los protagonistas. Debía conseguir que Marta rompiera con Pedro para que este empezara a salir con Laura, y que Jordi rompiera con María y ésta descubriera como se sentía Sergio, y ello permitiera a Jordi dar a conocer a Sandra lo que pensaba de ella. De esta forma Sandra dejaría de pensar en Roberto y Marta y Roberto podrían descubrir si su rollo ocasional podría evolucionar en amor. Me sentía tan divina impartiendo justicia que me propuse incluso denunciar a Roberto por lo ocurrido en su examen desde mi posición de retaguardia.

Ideé un plan que se basaba en dejar fotocopias de las notas en lugares donde pudieran ser vistos por los sujetos interesados y que no me implicaran de forma directa. Dejé la nota que delataba el engaño de Marta en el mostrador de la copistería cuando vino Pedro, haciendo una pequeña ampliación de lo escrito en lo márgenes y resaltándolo sutilmente en un tono más oscuro, como hice con las posteriores notas, y le hice esperar con la excusa de estar en el baño mientras espiaba detrás de la puerta si Pedro lo descubría, y así lo hizo. Conseguir la ruptura entre Jordi y María iba a ser más difícil, sólo podía intentar mostrar toda la información y esperar que ellos vieran que la mejor opción era la que yo tenía en mente. Así que dejé “accidentalmente” las fotocopias que delataban los sentimientos de Jordi hacía Sandra y de Sergio hacia María entre las fotocopias que ella sí había pedido. Finalmente quedaba delatar la falta de honestidad en el examen de Roberto, pero esa se planteaba como la más difícil de mis misiones. No conocía con exactitud a los profesores de Relaciones Internacionales, así que me tuve que limitar a dejar fotocopias a todo aquel susceptible de serlo y confiar en que con alguno acertaría.

La espera para conocer mis resultados fue horrorosa. Examinaba todas las fotocopias que me llegaban. Creaba listas de sucesos, los relacionaba con sus personajes e intentaba interpretarlos de forma que rebelaran que había ocurrido con los protagonistas de mi telenovela. Deseaba saber con rapidez como acababa mi cuento pero pasaban los días y no me llegaba nada.

Al final volvieron los exámenes y los alumnos volvieron en masa a fotocopiar, entre ellos mis añorados protagonistas. Por suerte en sus apuntes volvían a salir esas anotaciones al margen que tanto esperaba, podía seguir casi tres novelas más a la vez, pero ya sólo quería ver como había acabado aquella en la que yo también tenía un papel protagonista. Tardé las seis semanas de exámenes en recopilar toda la información necesaria para mi final.

Marta y Pedro habían roto porque Pedro se había acostado con la profesora de Relaciones Internacionales I, una mujer muy atractiva a la que había ayudado a arrancar el coche después de una noche de estudio en la biblioteca y que había acabado agradeciéndoselo muy explícitamente.

Marta había conocido a Jordi a través de Sandra, cuando éstas se encontraron con él y Sergio en la fiesta de los jueves, y habían empezado a salir.

Sandra se había quedado encantada con la dulzura de Sergio y se habían acostado aquella misma noche.

María, después de descubrir las notas se había reído muchísimo y había confesado a Jordi que a ella también le parecía atractiva Sandra, que de hecho, le parecían mucho más atractivas las mujeres y que con frecuencia pensaba en Laura.

Laura, por su parte, confesó a María que era bisexual, y ambas descubrieron que no sólo podían ser las mejores de las amigas sino también las mejores de las amantes.

A la profesora de Relaciones Internacionales I le había llegado el rumor que Roberto había copiado pero le daba lo mismo porque sólo podía pensar en Pedro. A quien no le dio lo mismo fue al resto de personas que se enteraron y que hicieron correr el rumor, haciendo que “Roberto el guaperas” pasara a ser “Roberto el cateto”.

1 comentario:

  1. Muy bonito, mucho. Sigue así fiera, que conmigo siempre tendrás a un admirador!

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